MAZAHUAS
El
pueblo mazahua ha conservado sus expresiones culturales mediante la lengua, la
tradición oral, la música, la danza y las artesanías; su forma de vestir, su
visión del mundo y sus prácticas rituales y religiosas, las cuales han sido
transmitidas de una generación a otra, y más recientemente en su Centro
Ceremonial. La lengua materna constituye el principal vínculo de comunicación e
identidad dentro de la familia y la comunidad. Sin embargo, cada vez son más
frecuentes los casos de niños que ya no aprenden o que ya no hablan su lengua
materna.
En
la organización social tradicional de las comunidades mazahuas, destacan las
figuras vinculadas a sus prácticas religiosas, como los mayordomos, fiscales y
mayordomitos, que son elegidos de acuerdo a sus costumbres y con la
periodicidad que marca el cargo. Sus funciones, por lo general se refieren a la
organización de sus ritos y festividades.
Otra
característica importante la constituye la faena que es una forma de
organización social para realizar trabajos de beneficio comunitario.
La
unidad social entre ellos, los mazahuas la constituye la familia, que puede ser
nuclear o extensa. Entre ellos un compromiso de matrimonio requiere de por lo
menos tres visitas previas a la casa de la novia, por parte de la familia del
novio.
La cultura mazahua tiene
varias festividades en donde se manifiestan sus tradiciones y costumbres;
dentro de estas destacan el ritual del fuego nuevo, día de muertos y el culto
del agua.
DIA DE MUERTOS
Entre esta la tradicional fiesta del día de muertos en
donde la comunidad mazahua realiza esta festividad cada año, festejando el
ritual del regreso de las almas de los seres queridos colocando una ofrenda
donde les ofrecen los alimentos que en vida preferían al igual que los
alimentos que se preparan en la región, así como las bebidas fermentadas como
el pulque; otra bebida que se coloca es la cerveza y lo más tradicional que se
coloca en la ofrenda es el pan, los dulces, la fruta que se colocan en una mesa
adornada con flores de campo y cempasúchil.
Los pétalos del cempasúchil son utilizados para marcar el
camino que las almas recorrerán desde el panteón hasta el lugar donde los
esperan con un gran banquete.
Algunos también adornan el altar con manteles con
bordados resaltantes que representan la cultura mazahua y sobre todo no puede faltar la fragancia que impregna el
copal que la gente utiliza para hacer la bendición de la ofrenda que se ha
colocado.
Cabe destacar que el día de muertos se realiza a partir
del 31 de octubre iniciando por los difuntos más pequeños que no fueron
bautizados, el 1 de noviembre con los niños que fueron bautizados y el 2 de noviembre se celebra la fiesta más
grande y la gente mazahua de todas las comunidades acuden al panteón a dejar
flores a las tumbas, algunas personas acostumbran adornar muy bien las tumbas
con cempasúchil y colocan coronas y es el único día del año en que el panteón
se encuentra adornado.
FUEGO
NUEVO
Para la comunidad mazahua el 19 de marzo es una
fecha conmemorable para ellos en esta fecha se lleva a cabo la bendición con el
fuego nuevo.
Donde el ritual es coordinado
por el jefe supremo mazahua y comienza
con la bendición usando el copal y dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales
que representan al dios del agua, el
dios del fuego, el dios del aire y el dios de la tierra. Posteriormente se
coloca la madera en el centro de este lugar que de igual manera se bendice con
el copal para que posteriormente dar paso para prender la madera y realizando
este acto la gente que está presente en el rito prende veladoras alrededor de
la fogata.
OFRENDA
AL AGUA
El culto al agua se realiza
entre el 15 y 16 de agosto de cada año donde el pueblo mazahua presencia esta
festividad llevando ofrendas al agua y danzando alrededor de un lago o río;
esto con el motivo de que el dios del agua se acuerde de su pueblo y para los
mazahuas es una forma de agradecer que tienen agua y para pedir disculpas por
si el agua se usó inadecuadamente. Este
rito se hace porque en el pueblo se está escaseando el agua y según sus
creencias el dios del agua puede estar enojado y por eso no les manda agua y
así es que a través de esta ofrenda su dios les puede mandar agua.
También la gente mazahua
tiene la creencia de que si se mata alguna víbora el lago se seca y la víbora
les manda alguna enfermedad incurable.
OTOMÍES
En la organización social del pueblo otomí se han
conservado formas y autoridades tradicionales, que le han permitido conservar
la unidad social de sus comunidades y también preservar su identidad cultural.
En los aspectos religiosos destacan los cargos de mayordomos, fiscales,
cargueros, topiles, rezanderos y cantores, entre otros, que tienen una gran
importancia en la vida cotidiana de cada comunidad.
Si bien la religión está influenciada por el catolicismo,
subsiste en algunas localidades, sobre todo en las más aisladas, un sustrato
más tradicional, particularmente en lo que se refiere al culto a los muertos,
la creencia en el nagualismo y la causalidad de las enfermedades y su curación.
Entre los otomíes, el matrimonio era de carácter
endogámico, concertado entre los padres de los contrayentes, a través del
patrón de petición de la novia y entrega de regalos a su familia hasta lograr
su consentimiento. En la actualidad, las más de las veces, el matrimonio se da
por elección propia y cuando ocurre dentro de la localidad, el novio suele
prestar su servicio prematrimonial en la casa de los padres de su futura
esposa.
En el ámbito cultural, la familia, la música, la danza,
la tradición oral, el sistema de cargos para la organización de las principales
festividades religiosas de la comunidad, el rito, el culto religioso, y más
recientemente, a través de su Centro Ceremonial Otomí, han sido elementos
fundamentales para la expresión, conservación y preservación de la identidad y
personalidad de este pueblo indígena del Estado, poseedor de un amplio
patrimonio cultural e histórico.
Las fiestas que celebran los otomíes del Estado de México
se enmarcan en el calendario religioso católico. Festejan a la Virgen de la
Concepción, San Pedro, San Miguel, San Juan, Virgen de Loreto, Santiago Apóstol
y otros más. Para llevar a cabo una fiesta, en cada comunidad se forma una
comitiva, la cual se encarga de recolectar una cooperación en cada barrio o
cuartel. El dinero recolectado se utiliza para la compra de adornos, juegos
pirotécnicos, comida y música. Un autor señala que los rituales festivos se
convierten en un espacio que permite a los otomíes reencontrarse con los suyos,
con sus raíces; les permite, además, reproducir valores tradicionales, así como
reafirmar su identidad como integrantes de un grupo social definido. En estos
festejos, su participación se debe a un compromiso de fe y a un sentido de
cohesión étnica.
DIA
DE MUERTOS
En la comunidad otomí
alegremente va-lles, montañas y milpas encienden por el colorido de las flores,
de las que alumbran vida; el ambiente se impregna de las hierbas medicinales
como: la manzanilla, el ph'extho, el berro, la jara, etcétera. Cielo y tierra
están en comunión con todo los elementos naturales que los rodean; evocando
recuerdos, suspiran días y noches. Los niños juegan en charcos de agua donde
atepocates saborean las delicias del agua. Pinos y cedros prenden como gotas de
sol. Los abuelos suspiran y en sus pensamientos pintan recuerdos, de los
cuentos narrados por sus padres en su infancia y juventud como: el diálogo con
los animales, las plantas, la tierra, los astros del cielo y el respeto al
pueblo; conmovidos se estremecen y de sus ojos ruedan gotas de rocío fresco...
Ya se ha retirado la
primavera y el verano, con ellos la fiesta del año nuevo otomí y la bendición
de los elotes, dejando el sabor de la dignidad y la resistencia en hombres y
muje-res. Pájaros y golondrinas bañados del viento surcan alegres el aire,
haciendo recordar toda una vida, una esperanza y un mañana que llegaran
cubiertos de luz.
A mediados del otoño los
vientos fríos cobijan las flores de muerto que emergen del vientre de la
tierra, iluminando pueblos y las veredas que recorrerán nuestros difuntos, en
su venida, para compartir con sus familiares y amigos experiencias e historias.
Al paso de los días, el espíritu de nuestras ánimas se pre-paran para cobijar
nuestros pueblos. El aire juguetea con las hojas secas de maizales; el ambiente
felizmente infunde dulzura a las fa-milias que esperan alegres a sus muertos, y
con ansiedad miran como las noches se alejan; el ambiente se impregna del humo
del copal. El viento susurra alabanzas al Creador; las aves con sus cantos
alegres acompañan las Mariposas Blancas que anuncian la venida de nuestros
difuntos; estas mariposas revolotean a mediados del mes de septiembre; ellas
son el Espíritu de algunos abuelos y abuelas, que se adelantan para platicar
con las últimas flores, milpas y árboles, las agradecen en nombre de toda la
comunidad que llegará dentro de mes y medio a disfrutar de sus frutos; este
pueblo habita tras de estrellas y luna. De igual modo invitan al ser humano a
prepararse para la gran fiesta; los que aún guardan el espiritu de la comunidad
y de la palabra sagrada de los abuelos otomíes, sienten, oyen y se preparan
para recibir a los visitantes. Nuestros abuelos y abuelas jubilosos lloran de
alegría al mirar a sus hermanas mariposas, días y tardes conversan animándose
unos y otras. Algunos niños, corren tras de las mariposas, rebosantes de
alegría con mucho cuidado juegan, platican y ríen con ellas.
Nuestros difuntos miran con
tristeza cómo en la tierra, la "civilización" mata una cultura
milenaria; el espíritu de niños y jóvenes; la mayoría de éstos se avergüenza de
sus raíces. Una gran parte del pueblo otomí ya no se prepara espiritualmente,
no rezan al árbol de ocote, ya no preparan la flor de muerto para guiar a sus
difuntos; ante esto, nuestros muertos sufren, lloran de tristeza. Los guerreros
Águilas, Lagartija y Lobo, los reconfortan; ya que éstos son preparados por los
abuelos para guiar en su camino a todos los difuntos sin importar si son o no
del pueblo otomí; sin distinción de nación, raza o color, serán guiados a la
tierra.
Los valientes guerreros otomíes
se prepa-ran, guiados por los abuelos para encenderse como antorcha e iluminar
en el camino a to-dos los difuntos, de no hacerlo muchos de ellos al arder sus
manos para guiarse y bajar a la tierra sufren en su recorrido; niños y niñas
intentarán con sus lágrimas a medio camino apagar el fuego que los atormenta,
pero aguantarán por que sólo estos días es cuando se les permite venir a la
tierra y platicar con sus familiares.
Por eso, para no ver este
sufrimiento en los niños, los abuelos preparan a tres guerreros Lagartija, tres
guerreros Águila y tres guerreros Lobo para encenderse como antorcha e iluminar
al pueblo que año con año baja a visitar en esta tierra a sus parientes. Antes
de su prepa-ración los abuelos platican con el Sol, le piden permiso para que
los guerreros otomíes se puedan ejercitar durante veintiún días previos al
viaje a la tierra, para iluminar el camino de las almas, ya que sus familiares
no se acuerdan de ellos. Estos guerreros se ejercitan y antes de subir con el
Sol se untan la sangre y las lágrimas de nueve árboles de ocote, después se
internan en el vientre del Sol durante veintiún días, en las mañanas permanecen
ahí... en las noches como antorcha se encaminan a la comunidad; en un principio
sufren pero con el tiempo se fortalecen, conscientemente y con alegría realizan
su proeza y valor; su recompensa es mirar sonreír a niños y niñas que visitan a
sus familiares y amigos.
Nuestros abuelos y padres
sufren al saber del sacrificio de nuestros nueve guerreros.
Al paso de los años, en esta
tierra aún existen abuelos y jóvenes que siguen el ejemplo de los guerreros
Lagartija, Águila y Lobo, y heroicamente resisten y enseñan a sus fami-liares
la cosmovisión otomí, para que perdu-re, por ello es que a la llegada del día
de muertos, algunos jóvenes contagiados por el júbilo de sus mayores, preparan
el sahumerio, velas, ofrenda y la flor de muerto.
Las familias que con alegría
esperan a sus difuntos, ponen algo de más para que los que son olvidados aquí
en la tierra, no se retiren sin probar de lo poco o mucho que se cosechó o
compra para ellos.
Muchas almas regresan
llorando de tristeza, porque no pudieron platicar con sus familiares, pero en
ellos la esperanza nunca se apaga y año con año regresan a la tierra guiados
por lo guerreros otomíes.
En la comunidad otomì
alegremente valles, montañas y milpas encienden por el colorido de las flores,
de las que alumbran vida; el ambiente se impregna de las hierbas medicinales
como: la manzanilla, el ph'extho, el berro, la jara etcétera. Cielo y tierra
están en comunión con todo los elementos naturales que los rodean; evocando
recuerdos, suspiran días y noches. Los niños juegan en charcos de agua donde
atepocates saborean las delicias del agua. Pinos y cedros prenden como gotas de
sol. Los abuelos suspiran y en sus pensamientos pintan recuerdos, de los
cuentos narrados por sus padres en su infancia y juventud como: el diálogo con
los animales, las plantas, la tierra, los astros del cielo y el respeto al
pueblo; conmovidos se estremecen y de sus ojos ruedan gotas de rocío fresco...
Ya se ha retirado la
primavera y el verano, con ellos la fiesta del año nuevo otomí y la bendición
de los elotes, dejando el sabor de la dignidad y la resistencia en hombres y
mujeres. Pájaros y golondrinas bañados del viento surcan alegres el aire,
haciendo recordar toda una vida, una esperanza y un mañana que llegaran
cubiertos de luz.
A mediados del otoño los
vientos fríos cobijan las flores de muerto que emergen del vientre de la
tierra, iluminando pueblos y las veredas que recorrerán nuestros difuntos, en
su venida, para compartir con sus familiares y amigos experiencias e historias.
Al paso de los días, el espíritu de nuestras ánimas se preparan para cobijar
nuestros pueblos. El aire juguetea con las hojas secas de maizales; el ambiente
felizmente infunde dulzura las familias que esperan alegres a sus muertos, y
con ansiedad miran como las noches se alejan; el ambiente se impregna del humo
del copal. El viento susurra alabanzas al Creador; las aves con sus cantos alegres
acompañan las Mariposas Blancas que anuncian la venida de nuestros difuntos;
estas mariposas revolotean a mediados del mes de septiembre; ellas son el
Espíritu de algunos abuelos y abuelas, que se adelantan para platicar con las
últimas flores, milpas y árboles, las agradecen en nombre de toda la comunidad
que llegará dentro de mes y medio a disfrutar de sus frutos; este pueblo habita
tras de estrellas y luna. De igual modo invitan al ser humano a prepararse para
la gran fiesta; los que aún guardan el espiritu de la comunidad y de la palabra
sagrada de los abuelos otomíes, sienten, oyen y se preparan para recibir a los
visitantes. Nuestros abuelos y abuelas jubilosos lloran de alegría al mirar a
sus hermanas mariposas, días y tardes conversan animándose unos y otras.
Algunos niños, corren tras de las mariposas, rebosantes de alegría con mucho
cuidado juegan, platican y ríen con ellas.
Nuestros difuntos miran con
tristeza cómo en la tierra, la "civilización" mata una cultura
milenaria; el espíritu de niños y jóvenes; la mayoría de éstos se avergüenza de
sus raíces. Una gran parte del pueblo otomí ya no se prepara espiritualmente,
no rezan al árbol de ocote, ya no preparan la flor de muerto para guiar a sus
difuntos; ante esto, nuestros muertos sufren, lloran de tristeza. Los guerreros
Águilas, Lagartija y Lobo, los reconfortan; ya que éstos son preparados por los
abuelos para guiar en su camino a todos los difuntos sin importar si son o no
del pueblo otomí; sin distinción de nación, raza o color, serán guiados a la
tierra.
Los valientes guerreros
otomíes se preparan, guiados por los abuelos para encenderse como antorcha e
iluminar en el camino a todos los difuntos, de no hacerlo muchos de ellos al
arder sus manos para guiarse y bajar a la tierra sufren en su recorrido; niños
y niñas intentarán con sus lágrimas a medio camino apagar el fuego que los
atormenta, pero aguantarán por que sólo estos días es cuando se les permite
venir a la tierra y platicar con sus familiares.
Por eso, para no ver este
sufrimiento en los niños, los abuelos preparan a tres guerreros Lagartija, tres
guerreros Águila y tres guerreros Lobo para encenderse como antorcha e iluminar
al pueblo que año con año baja a visitar en esta tierra sus parientes. Antes de
su preparación los abuelos platican con el Sol, le piden permiso para que los
guerreros otomíes se puedan ejercitar durante veintiún días previos al viaje a
la tierra, para iluminar el camino de las almas, ya que sus familiares no se
acuerdan de ellos. Estos guerreros se ejercitan y antes de subir con el Sol se
untan la sangre y las lágrimas de nueve árboles de ocote, después se internan
en el vientre del Sol durante veintiún días, en las mañanas permanecen ahí...
en las noches como antorcha se encaminan a la comunidad; en un principio sufren
pero con el tiempo se fortalecen, conscientemente y con alegría realizan su
proeza y valor; su recompensa es mirar sonreír a niños y niñas que visitan a
sus familiares y amigos.
Nuestros abuelos y padres
sufren al saber del sacrificio de nuestros nueve guerreros.
Al paso de los años, en esta
tierra aún existen abuelos y jóvenes que siguen el ejemplo de los guerreros
Lagartija, Águila y Lobo, y heroicamente resisten y enseñan a sus familiares la
cosmovisión otomí, para que perdure, por ello es que a la llegada del día de
muertos, algunos jóvenes contagiados por el júbilo de sus mayores, preparan el
sahumerio, velas, ofrenda y la flor de muerto.
Las familias que con alegría
esperan a sus difuntos, ponen algo de más para que los que son olvidados aquí
en la tierra, no se retiren sin probar de lo poco o mucho que se cosechó o
compra para ellos.
Muchas almas regresan
llorando de tristeza, porque no pudieron platicar con sus familiares, pero en
ellos la esperanza nunca se apaga y año con año regresan a la tierra guiados
por lo guerreros otomìes.
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